miércoles, 31 de agosto de 2005

Mi mente se tranquiliza y se funde con el silencio de la noche mientras escucho una canción que suena a antigüedad...o quizás a viejo. Las notas de un piano olvidado, que no hace mucho aún eran recordadas por una niña en un pequeño rincón del mundo que, con el movimiento de sus dedos sobre las teclas, todavía era capaz de rememorar. La melodía que recuerda al humo de un cigarro cuando se desvanece, quizás por la lentitud o la suavidad. O tal vez por el significado, el toque "película de los años 20" o el olor. Y la poesía, el artista y todo el universo reflejado en unas palabras escritas en un idioma extranjero.

How many roads must a man walk down
Before you call him a man?
How many seas must a white dove sail
Before she sleeps in the sand?
How many times must the cannonballs fly
Before they are forever banned?
The answer, my friend, is blowing in the wind
The answer is blowing in the wind
How many years can a mountain exist
Before it is washed to the sea?
How many years can some people exist
Before they're allowed to be free?
How many times can a man turn his head
And pretend that he just doesn't see?
The answer, my friend, is blowing in the wind
The answer is blowing in the wind
How many times must a man look up
Before he can see the sky?
How many ears must one man have
Before he can hear people cry?
How many deaths will it take till he knows
That too many people have died?
The answer, my friend, is blowing in the wind
The answer is blowing in the wind

Blowin' in the wind, Bob Dylan.

No es esta canción, aunque también suene a viejo y sea poesía, aunque recuerde a una niña intentando buscar respuestas en el viento...

miércoles, 3 de agosto de 2005

La miraba cada mañana al despertarse y era la última que la veía cada noche antes de apagar la luz. Había visto todas sus lágrimas y también las sonrisas. Creció bajo su atenta mirada y también maduró. Ojeó junto a ella toda clase de libros y obras de arte. Observaba cómo los objetos cambiaban de lugar y como iban y venían otros tantos. Los trofeos, la decoración, la tinta caída...Todo cambiaba excepto ella. Desde que la habían colgado en aquella pared sabía que nunca sería reemplazada por nada. Era la luna que iluminaba el pequeño mundo de aquella habitación.

jueves, 3 de marzo de 2005

sábado, 20 de noviembre de 2004

Cuando los rayos de sol la iluminaron, su pálida piel comenzó a emitir destellos dorados. Las alas crecieron nuevamente en su pequeña espalda. Y toda la magia perdida volvió a ella.
Sonrió...
Entonces comenzaron a volar cruzando el mar...

miércoles, 7 de abril de 2004

Mi abuelo solía decir: la vida es asombrosamente corta. Ahora esta frase me salta a la memoria y la inunda de tal forma que, por ejemplo, apenas comprendo cómo un joven puede decidirse a cabalgar hasta el pueblo vecino sin temer que, excepción hecha de desgraciadas casualidades, ya el tiempo de la vida que transcurre normal y feizmente sea con mucho insuficiente para semejante carrera.
El pueblo vecino, Franz Kafka

El paso del tiempo...algo tan relativo como especial. ¿Cómo explicar que algunos minutos a veces parezcan horas interminables y otras solamente unos segundos? Es curioso lo lento que pasa el tiempo mientras lo estás viviendo y lo rápido que parece que pasó cuando lo recuerdas. Dentro de poco ya sólo quedará el recuerdo de toda una vida mientras esperamos con impaciencia que llegue la muerte. Mientras los jóvenes ven cómo se les escapa la vida. Mientras los niños ven que aún les queda mucha vida por delante, sin pensar que un día crecerán y verán que se les escapa el tiempo, de la misma forma que a mí se me pasa entre los dedos, sin poder evitarlo, sin poder sujetarlo. Querer retener el tiempo no es bueno. Es mejor dejarlo ir, con su relativa rapidez o su especial lentitud. O al revés! Con su relativa lentitud o su especial rapidez.

domingo, 8 de febrero de 2004

1) Érase una vez un pequeño caballito de cristal... que vivía atrapado en una pequeña burbuja. El pequeño caballito quería conocer el mar, pero no quería salir de su burbuja. El miedo se lo impedía. Allí dentro se sentía atrapado, pero a la vez protegido, y le daba miedo perder esa seguridad de sentirse resguardado del peligro. Él sabía que debía arriesgarse. Su vida carecería de sentido si la hubiese de pasarla en aquella burbuja, día tras día como había hecho hasta ahora, simplemente mirando lo que pasaba en aquel cuarto oscuro desde el rincón más apartado de aquella mesa.
Un día decidió hacerlo. Se escaparía. Iría hacial el mar, sin detenerse...hacia un mar con el que siempre había soñado. Pero fue incapaz. Entre tantos sueños había olvidado que sólo era un caballito de cristal. Y los caballitos de cristal no pueden salir de las burbujas en que están atrapados...