miércoles, 3 de agosto de 2005
La miraba cada mañana al despertarse y era la última que la veía cada noche antes de apagar la luz. Había visto todas sus lágrimas y también las sonrisas. Creció bajo su atenta mirada y también maduró. Ojeó junto a ella toda clase de libros y obras de arte. Observaba cómo los objetos cambiaban de lugar y como iban y venían otros tantos. Los trofeos, la decoración, la tinta caída...Todo cambiaba excepto ella. Desde que la habían colgado en aquella pared sabía que nunca sería reemplazada por nada. Era la luna que iluminaba el pequeño mundo de aquella habitación.