Resulta paradógico que El retrato de Dorian Gray recordase a Julieta ayer. Precisamente ayer, cuando Italia ha aparecido de nuevo. Tal vez la casualidad haya querido hacerme ver que el papel de Julieta se ha acabado. O ha trascendido más bien. Ayer empecé a entender que era Sibyl Vane, o quizás empecé a entender que ya lo era antes. Pero sin suicidios finales. Que todos son actores. Hedonistas. Son Dorian Gray, ya después de una fugaz juventud impoluta. Y yo una decena de heroínas trágicas aunadas en Sibyl Vane. Fingidas. Sin conexión con la realidad más que mediante literatura y teatro.
Justo hasta el momento en que deje de asumir como propio un papel que no se corresponde con la verdadera historia. O hasta que el hedonismo propagado por lord Henry deje de hacer efecto.