Siempre de vuelta. En aeropuertos, tierra de nadie.
Ya no suena ni ha sonado el perfecto francés de Baudelaire. Tampoco exactamente las voces de la Revolución Francesa pidiendo sangre. Aunque la sangre sí ha corrido un poco. Se ve en las despedidas tristes, con tantos "te echo de menos" que no se dicen, pero que flotan en el aire. Igual que los "es rara la vida sin vosotros". Y sólo ahora, cuando las caras son alegres, pero las sonrisas amargas. Cuando las palabras "lejos" y "escapar" suenan demasiado a menudo.
Y se nota que no gusta. A ninguno. Que queremos que la vida siga, que el viaje siga. Y es que Kavafis siempre tiene razón y no importan ya las Ítacas, sólo el camino. Por eso llegar a Ítaca, tenerla ya, no es como nadie se espera. Siempre habrá algo que no estará bien. Tal vez porque la búsqueda de imposibles es incompatible con conformarse.
Pero siempre nos quedará París, las galerías de arte y el "te seguiré echando de menos".