domingo, 24 de febrero de 2013

Manicomio


He pasado demasiadas noches durmiendo en el manicomio de Mondragón, despertando demasiado temprano como para que los días no acabasen siendo interminables (antes y aún ahora). Me dediqué a matar segundos fumando cigarro tras cigarro al ritmo de Panero, y como él, me imaginé que todos venían a por mí. Pero esta vez no. No era yo. Era otra, de labios más rojos y piel menos pálida. Alguien que al caer deja eco y no silencios, muerta por el veneno  mezclado en un vaso de ginebra que ya antes habían reservado para nosotros. Pero fui yo la que caí, en silencio, mientras fuera a ella la cogían de la mano.



...Así arderá tu cuerpo
y del Sabbath quedará
tan sólo una lágrima
y tu aullido.
L.M. Panero



Al día siguiente me soltaron al ver que me había quedado sin corazón.