martes, 2 de octubre de 2007

Todo empezó con el ambiente fresco de la mañana. Y siguió con tiempo perdido, pasos perdidos, palabras perdidas... Y apareció: sin la seguridad de que fuese un caballo o un rey (¿o tal vez una sota?) lo que provocó la sensación de que algo estaba cambiando y no podía evitarse.
Un día, y otro, y otro... Sin saber si el tiempo está siendo malgastado o vivido. Sin ninguna sensación clara. Al menos aparentemente.
Porque en el fondo, a menos que vayan acompañadas de algo más, todas las palabras son lo mismo: "words, words, words". Y pensar que a Hamlet lo tacharon de loco por ello. Como a Tom Sponson. Como a todo el que alguna vez se cuestiona más allá de los límites establecidos por no se sabe bien quien. Los límites entre la cordura y la locura nunca están claros. O pueden estarlo en cuanto que unos evitan reconocer la realidad y otros no tienen reparo en proclamarla a grandes voces. Unos sólo repiten palabras, palabras, palabras y otros las acompañan con ideas propias.
Entonces, ¿quién está loco?; y ¿en qué medida sus sensaciones pueden ser reales?