jueves, 3 de mayo de 2012

Abril aún


El primer día que se puso el uniforme de vaqueros y camiseta negra, paradójicamente, se sintió libre. Sofía solía decirle que uno no era mejor por escuchar a Mozart, tampoco por comprarse un vinilo de algún grupo de los 60. Vive de noche porque dicen que es cuando todos los gatos parecen pardos, porque es cuando se imagina el encuentro casual con vivos y fantasmas en la oscuridad de un bar de Madrid. Ha dejado que las llaves que ahora son propiedad de nadie se quedasen en un cajón y no en su sitio de siempre en la pequeña cesta de la esquina de la mesa, tan sólo para mantener la esperanza de que sólo serán unos días, que volverán a su lugar en algún momento indeterminado. En realidad sabe ya que no será así y que lo más seguro es que cuando eso suceda no podrá distinguir si ella es de los vivos o de los muertos del bar. Y el hueco de las llaves estará ocupado por trozos de discos viejos.